En la noche terrible, sustancia natural de todas las
noches,
En la noche de insomnio, sustancia natural de todas mis
noches,
Recuerdo, velando en modorra incómoda,
recuerdo lo que hice y lo que podría haber echo en la
vida.
Recuerdo, y una angustia
se derrama por mí como un frío del cuerpo o un miedo.
Lo irreparable de mi pasado: ¡ése es el cadáver!
Todos los otros cadáveres quizás sean ilusiones.
Todos los muertos quizás estén vivos en otra parte.
Todos mis propios momentos pasados quizá existan por
ahí,
en la ilusión del espacio y del tiempo,
en la falsedad del devenir.
Pero lo que yo no fuí, lo que yo no hice, lo que ni
siquiera soñé;
Lo que sólo ahora veo que debería haber hecho,
lo que sólo ahora claramente veo que debería haber
sido...
Es lo que está muerto más allá de todos los Dioses,
eso -y fue al fín lo mejor de mí- es lo que ni los
Dioses hacen vivir...
Si a cierta altura
hubiese doblado a la izquierda en lugar de hacia la
derecha.
Si a cierta altura
hubiese dicho sí en lugar de no, o no en lugar de sí.
Si en cierta conversación
hubiese tenido las frases que sólo ahora, en el
entresueño, elaboro...
Si todo eso hubiese sido así,
sería otro hoy, y tal vez el universo entero
sería llevado insensiblemente a ser otro también.
Pero no doblé hacia el lado irreparablemente perdido,
no doblé, ni pensé en doblar, y sólo ahora lo percibo.
Pero no dije no o no dije sí, y sólo ahora veo lo que no
dije.
Pero las frases que faltó decir en ese momento me
surgen todas,
claras, inevitables, naturales,
la conversación cerrada concluyente,
la materia toda resuelta...
Pero sólo ahora, lo que no fué, ni será hacia atrás, me
duele.
Lo que de veras fallè no tiene ninguna esperanza
en ningún sistema metafísico.
Puede ser que para otro mundo pueda llevar lo que
soñé,
¿Pero podré llevar para otro mundo lo que me olvidé de
soñar?
Esos sí, los sueños por tener, son el cadáver.
Lo entierro en mi corazón para siempre, para todo el
tiempo, para todos los universos.
En esta noche donde no duermo, y el sosiego me cerca
como una verdad de la que no participo,
y allá fuera la luna, como la esperanza que no tengo, es
invisible para mí.
Álvaro de Campos (Fernando Pessoa)